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Cómo escribir diálogos que emocionen para atrapar a tus lectoras




Cómo escribir diálogos que emocionen


El diálogo puede darle alas a una historia o hundirla. Las mejores novelas nos ofrecen diálogos que vibran de emoción y voces de personajes que resuenan como si pertenecieran a personas reales. Los malos diálogos, por el contrario, son confusos, detienen la acción y nos sacan de la lectura. Pero ¿Qué técnicas podemos utilizar para escribir diálogos que emocionen y atrapen a las lectoras?


Vamos a ver algunas de ellas; pero, antes, ¿qué tal un test para ver cómo te manejas con los diálogos antes de leer el artículo? Puedes repetirlo al final :)





¿Por qué es importante escribir diálogos que se perciban como reales?


Es importante escribir diálogos que emocionen por estas tres razones fundamentales:

  • Ayudan a que cada personaje suene diferente. Las lectoras sabrán con un golpe de vista quién está hablando.

  • Te ayudan a hacer avanzar la trama usando algo más que la exposición. Así agilizas el ritmo narrativo y tus lectoras sienten que no pueden abandonar la lectura.

  • El diálogo es la herramienta perfecta para resolver conflictos entre personajes, o para construirlos. También se crean confusiones, sobreentendidos y se pueden dejar pistas para las lectoras. ¡Sin infodump!



Escribir diálogos que hagan avanzar la trama ¡Sin infodump!


El infodump, del que también hablamos en este artículo, es una trampa mortal que lastra los diálogos y los hace increíbles, indigeribles, inadecuados, insoportables y muchas más cosas que empiezan por in.


Cuando hablamos de escribir diálogos con infodump nos referimos a esas conversaciones en las que los personajes se dicen cosas que ya saben. Y no lo hacen porque tengan locos ataques de nostalgia, sino porque a la autora no se le ha ocurrido otra forma de darnos esa información. Se suele usa este recurso fallido para introducir recuerdos o hablar del trasfondo de uno u otro personaje.


Ejemplo de diálogo lastrado por infodump

—Ya sabes, Carmela, que la vampira reina abdicó la semana pasada en tu favor. Y que creemos que no lo hizo libremente. —Lo sé, Herminia, lo sé. Recuerda que fui la primera sorprendida al oír mi nombre. Mi grito se oyó alto y claro en la oscuridad de la noche.


En este caso, salvo que estuviésemos escribiendo parodia, no hay motivo para que Herminia y Carmela se cuenten cosas que ya saben. Excepto, por supuesto, que la lectora necesite conocer esa información. Si este es el caso, el lugar para ofrecer esos datos no es el diálogo.


Verbos como «sabes que», «recuerda que», «recuérdame aquello que pasó», etc., utilizados en un diálogo, pueden ser una pista importante de que el infodump acecha. Para evitar este tipo de diálogo arcaico y poco efectivo hay varias técnicas que puedes usar.


Por ejemplo, añadir subtexto con ciertas dosis de hostilidad.

—¿Te imaginas, Carmela, que se sospechara de tu reciente coronación? No es que yo lo crea, claro. Y tampoco he oído nada. Pero ¿Te imaginas que alguien insinuara que nuestra reina vampira fue coaccionada para abdicar? ¿En qué posición te dejaría eso? —La verdad es que no, Herminia. No puedo imaginármelo ¿A quién se le ocurriría? Todavía me quedan secuelas en las cuerdas vocales del grito de sorpresa que no pude evitar cuando se pronunció mi nombre.


Aunque estas dos líneas de diálogo no son perfectas, introducen algunas pistas acerca de la relación de las dos mujeres y de su posición respecto al conflicto. Da la sensación de que ambas saben que Carmela manipuló a la reina y que Herminia está lanzando una amenaza velada. Todavía tiene un cierto tono de comedia, pero ya va tomando otro color. Hablaremos del subtexto al final del artículo.


Si pecas de escribir diálogos demasiado expositivos, conviértelos en narración


Escribir diálogos es divertido, pero a veces es mejor no hacerlo. Si queremos que nuestra lectora sepa los problemas que ha dado la nueva coronación y el narrador lo permite, siempre podemos fiarnos de que el propio narrador haga su trabajo.


Ejemplo de exposición mediante narrador:

Herminia sabía que los rumores acusaban a Carmela de haber forzado su coronación. De lo que no estaba segura era de que fueran ciertos. La nueva reina de los vampiros sabía guardar un secreto.


Cómo escribir diálogos cargados de subtexto


El subtexo es un ingrediente maravilloso de la ficción. También es muy difícil de manejar, porque consiste en dejar claras cosas sin decirlas. En cierto modo, el subtexto es como un agujero, un desequilibrio relativo a la información. Este desequilibrio puede darse entre dos personajes o entre la lectora y los personajes.


En comienzo de Agujeros de Sol, Nieves Mories, hace un uso espeluznante y maravilloso del subtexto en su vertiente de mostrar las consecuencias de los hechos en lugar de los hechos mismos:

Es guapa, ¿verdad? La mujer sentada en la butaca Chester, a esa me refiero. No, a la otra no. La que aún se mueve. También es verdad que no se encuentra en su mejor momento. Nadie en esta habitación lo está, no nos vamos a poner exquisitos con eso, pero ella, desde luego… creo que toda esa papilla es su cara. Quizá si pudiéramos volver a ponerla en su lugar tendría mejor aspecto, aunque me temo que su estado es irreparable. Ni recogiendo con unas pinzas cada trocito podríamos recomponerla. ¡Oh, espera! ¿Eso que hay en la pared no es…? Sí, eso también es suyo. O lo era hasta hace unos minutos.


Este hablar de una batalla campal sin mencionarla también se puede lograr mediante el diálogo. Escribir diálogos para hacer avanzar la trama no siempre implica usar la literalidad. Se puede escribir una conversación larguísima que se limite a insinuar verdades tácitas, medias verdades o incluso mentiras.


Cuando hablamos de subtexto, también podemos referirnos a un tema subyacente y, a menudo, distinto del expresado en un escrito o conversación. En otras palabras, el tema de una conversación puede ser la relación que se desmorona de una pareja, aunque ninguno de los personajes diga nada al respecto de manera explícita.


Ejemplo extraído de la película Espartaco

—¿Robas Antoninus? —No, amo. —¿Mientes? —No, si puedo evitarlo. —¿Has deshonrado alguna vez a los Dioses? —No, amo. —¿Te abstienes de los vicios por respeto a las virtudes morales? —Sí, amo. —¿Comes ostras? —Cuando puedo, amo. —¿Comes caracoles? —No, amo. —¿Consideras que comer ostras es moral y comer caracoles inmoral? —No, amo. —Por supuesto que no, solo es cuestión de gusto, ¿verdad? —Sí, amo. —Y el gusto no es lo mismo que el apetito y, por lo tanto, no es una cuestión de moralidad, ¿verdad? —Se podría decir así, amo. —Mi gusto incluye tanto a los caracoles como a las ostras.


La conversación habla de la bisexualidad de Craso y el público lo entendió a la perfección allá por 1960, que fue cuando se estrenó.


Claves para escribir diálogos de calidad


Para escribir diálogos que emocionen y que hagan avanzar la trama, es necesario que tengas en cuenta estas 5 claves:


1 Apuesta por la brevedad


En narrativa, como en la vida misma, lo bueno, si breve, dos veces bueno. Cuando puedas usar dos palabras para decir algo, no uses cinco.


Ejemplo 1:


—Mira, Escarlata, sol, con la vida que me has dado, lo que menos me importa es cómo te las vas a apañar sin mí. Como si no te hubiera dado oportunidades de sobra para portarte como una buena esposa.


Ejemplo 2:


—Francamente, querida, eso no me importa.


Con esa línea de diáologo, Rhett Butler deja claro todo lo que dice el ejemplo 1 y mucho más. Es la diferencia entre un diálogo bien escrito y un balbuceo irritante.


2 Usa el lenguaje corporal


Las acotaciones de los diálogos son peligrosas porque invitan a utilizar toda una serie de palabras que parecen añadir información, pero en realidad nos impiden ver lo que pasa. Personalmente prefiero pocas acotaciones y también prefiero que se usen verbos dicendi sencillos, como dijo. Sin emabrgo, es cierto que en ocasiones es importante matizar el estado de ánimo del hablante. En esos casos, es mejor describir lo que el personaje hace que explicarlo con un verbo.


Un ejemplo será mucho más claro.


—¿Perdona? —escupió Noelia. —¿Nos puedes dejar en paz de una vez, imbécil?


Ese «escupió Noelia» no tiene nada de malo, pero podría resultar cargante si un diálogo largo estuviera salpicado de ese tipo de verbos dicendi. En cambio, con un poco de proxemia (lengiaje no verbal), el diálogo podría ser mucho más evocador.


—¿Perdona? —Noelia alzó el labio superior y dejó al descubierto los dientes en una evidente mueca de asco y desprecio. Se permitió cruzar los brazos y examinar al tipo de arriba abajo con un gesto de la cabeza antes de continuar. —¿Nos puedes dejar en paz de una vez, imbécil?


Escribir así lleva más tiempo, tienes que conocer a tu personaje porque solo así sabrás cómo interactua con su entorno y cómo se mueve, pero es efectivo y muy colorido. Tampoco es necesario usar acotaciones tan largas todo el tiempo. Como siempre, la clave es el equilibrio.


3 Evita los monólogos interminables


La mayor parte de las personas no soltamos peroratas de un cuarto de hora. Incluso cuando tenemos algo importante que contar, nuestras interlocutoras nos interrumpen, dudamos, introducimos interjecciones, nos contradecimos... Una vez más, lo mejor es un ejemplo:


Monólogo absolutamente inverosímil que no deberías usar.


—Mira, lo siento mucho, pero me caes mal. No es culpa tuya, ¿sabes? No es que hayas hecho nada. Es que tengo un problema con la gente que tiene la boca grande. Una vez, de pequeña fui al cine y el protagonista era un payaso con una boca enorme. Ahora no me fío de la gente con los labios definidos. Pero de verdad que no ahy nada malo en ti. Seguro que la culpa es mía, que soy así de rara.


No digo que no haya habido alguna ocasión en la vida en la que alguien haya soltado un parlamento así, pero lo normal, lo creíble y lo que resulta más fácil de leer, es que toda esa información apareciera en una conversación un poco más real en la que intervinieran al menos dos personas.


—Mira, lo siento mucho, pero...

—Te caigo mal, ¿no?

Ella asintió y dio un paso atrás. hasta levantó los brazos, como para apartarlo.

—¿Te doy miedo?

—No, no, qué va. No es culpa tuya.

Él no se atrevía a moverse, pero necesitaba saber la verdad.

—¿He hecho algo malo?

—Que no, que no. De verdad. No has...

—¡Pues no lo entiendo!

Ella resopló. No había manera de decirlo sin quedar como una estúpida, que era exactamente como se sentía, así que lo soltó sin más.

—No me sgutan las bocas grandes.

Él se llevó una mano a los labios y ella se alejó un paso más.

—Me llevaron al cine de pequeña y en la película salía un payaso...

—¿Me estás llamando payaso? —el sonido de su voz apenas se filtraba a través de las dos manos. Ahora se cubría la boca por completo.

—¡No! No, de verdad. Soy yop, es culpa mía, perdona, pero...

Entonces él descubrió la boca de nuevo y allí estaban: cuatro filas de enormes dientes dispuestos a devorarla.


Como ves, es mucho más fácil hacer avanzar la trama cuando dos personajes interactuan que cuando uno de ellos habla sin cesar. En el ejemplo anterior, el delmonólogo, habría sido mucho más difícil llegar hasta la boca llena de dientes.


4 Las personas mienten... los personajes también


Y, en ocasiones, ni siquiera mienten, se limitan a no hablar. Las emociones, los defectos de carácter, los traumas, los miedos, el interés... Todo eso puede y debe llevar a tus personajes a no decir directamente lo que necesitan decir en todas las ocasiones. Así se crean relaciones tan deliciosas como la tensión sexual, las alianzas temporales entre enemigos, etc.


Los malos entendidos, las medias verdades, las mentiras, etc, pueden ayudarte a enriquecer tu historia, no las descartes a la primera.


5 Procura que tus personajes no hablen como tú


Lo ideal, por supuesto, es que cada uno de ellos hable con su propia voz. Es difícl dar maneras de hablar distintivas a un gran elenco, pero hay algo que debes procurar por encima de todo, y es que tu voz no sea la que se oiga durante la lectura.


Aprovecha la jerga propia de cada profesión, rango de edad o clase social. Esto necesitará cierta investigación, pero los resultados merecerán la pena.


Ejercicios prácticos para escribir diálogos que emocionen

  • Ve a tu estantería y coge un libro cuyos diálogos te hayan encantado. No, no se trata de que los copies palabra por palabra, sino de que los analices.

  • Lee y observa cómo se diferencian las voces de los personajes, si hay muletillas o giros que ayuden a saber quién está hablando.

  • Analiza si los diálogos dan información diferente a la que el narrador ofrece en los fragmentos expositivos. ¿Cómo lo hace? ¿Eres capaz de verlo?

  • Escribe esta situación de tres formas diferentes: añadiendo hostilidad, comprobando los hechos y haciendo que uno de los dos personajes no sepa nada. Por último, escríbela de manera expositiva. La situación que te propongo es la siguiente: María y Julia reciben un mensaje de su amiga Tina en el que les dice que deben retrasar su escapada de fin de semana. Escríbelo una vez usando infodump a propósito. Y a partir de ahí, haz el ejercicio con las cuatro variaciones.

  • Por último, para entender mejor el subtexto, escoge una de tus novelas o relatos favoritos y echa un vistazo a una de las conversaciones que tengan lugar en él. ¿Eres capaz de separar lo que los personajes dicen de manera superficial del subtexto? ¿Hay subtexto? Ojo, puede que no lo haya. Si es así, busca otro diálogo y trata de leer entre líneas cómo afecta el subtexto a la trama, si es que lo hace, y qué nos dice de los personajes.

  • Es la hora de escribir tu propio diálogo usando subtexto. Imagina que dos magos amigos se encuentran después de algún tiempo sin verse. Uno de ellos ha sido expulsado de la escuela de magia a pesar de ser el mejor alumno. Haz que tu lectora adivine lo que ha pasado sin decirlo. Sí, mediante un diálogo.

¿Te animas a repetir el test para ver cómo te va ahora que ya te has leído la teoría?




Y hasta aquí el artículo de hoy.


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