Cómo no cagarla en los diálogos, según Sara Mesa
- La Escribeteca
- 31 ene
- 5 Min. de lectura

Sara Mesa no ha colaborado en esta entrada en absoluto. Aunque sí ha escrito El amor, que empieza con un diálogo de lo más potente. Vamos a analizar ese diálogo y vamos a ver cuáles son sus claves. Para que no llenes el tuyo de lo que suele ahuyentar a las lectoras más críticas:
Demasiado parlamento sin descanso.
Acotaciones más coloridas que un árbol de Navidad.
Los típicos consejos sobre escribir diálogos
Un artículo cualquiera te diría esto:
Evita parlamentos extensos que no aporten; cada frase debe mover la historia o la relación entre personajes.
Ajusta la forma de hablar a la personalidad y motivaciones de cada personaje, sin perder la naturalidad.
Dosifica las acotaciones: si puedes evitarlas absolutamente, mejor. Aunque esto requiere de grandes dosis de manejo de la fluidez del texto.
Prueba el estilo indirecto cuando quieras resumir o “contar” algo sin repetir diálogos ni abusar de un tipo determinado de discurso.
Cuida el ritmo: intercala diálogos con breves pinceladas narrativas para que la lectura respire.
Yo te cuento lo que esos cinco consejos quieren decir y cómo los pone en práctica Sara Mesa en Un amor.
En la página de la novela, Anagrama te deja leer el siguiente fragmento, sin registros, ni compromiso alguno, así que voy a asumir que no querrán meterme en la cárcel por compartirlo aquí:

Lo importante de este diálogo
¿Qué ha pasado aquí y por qué está todo amarillo menos el diálogo, Alicia, si estamos hablando de diálogo?
Bueno, lo que ha pasado ahí es que se ha establecido la relación entre los dos. El hombre aparece con una actitud de propietario (no solo de la casa, es el casero, sino de propietario del mundo, del espacio que comparten ambos personajes) y lo hace con dos gestos: plantarse allí como el gigante verde (o un jotero cantando).

Por su parte, Nat es mucho más discreta: no sonríe, solo busca la fuerza para actuar y la encuentra en un pequeño gesto fuera del diálogo: se seca una gota de sudor. Ojo, que en el texto original sabemos que hace mucho calor, pero que a una le suden las sienes puede ser signo de nerviosismo también.
Nat suelta su parlamento y eso hace que la sonrisa y la postura del casero cambien.
Subrayo en amarillo el diálogo narrado en estilo indirecto porque me parece una elección estupenda para mostrar cómo es esa relación desde el primer momento. Mesa podría haber reproducido el diálogo, pero habría sido redundante. (En un momento te cuento por qué) En cambio, lo cuenta para que sepas que ha sucedido, pero sin darle más importancia.
Lo importante de este fragmento es que sepamos cómo se van a relacionar estos dos y quién ostenta el poder. Spoiler: no es Nat, al menos a simple vista y con estos datos. Y eso se consigue con muy pocas líneas de diálogo, sin acotaciones y sin demasiadas explicaciones.

Lo verde son las líneas de diálogo: cortas, certeras, con una única acotación. Mesa no interrumpe el flujo de la conversación: ya ha dicho que el casero es un jotero cantando y nos muestra que pretende seguir siéndolo sin responsabilizarse de nada. Por eso, tras el parlamento, más largo, artificial, preparado y dejado escapar tras encontrar la fuerza para hacerlo, lo que cambia es la proxémica del hombre.
No hace falta más artificio.
Lo importante es esa relación y Mesa no va a permitir que nos distraigamos con otra cosa.
Ahora, resuelta la primera parte, vamos a por la segunda.
Nat decía, fuera de plano, que su vida cambiaría, que todo sería diferente, cuando consiguiera un perro. Y el casero ha traído ese perro:

Ojo, que las características del diálogo no cambian: Mesa mantiene aislado el parlamento para que nada lo interrumpa. Todo lo que no es parlamento está separado (parlamento es lo que dicen los personajes).
Aunque las frases que intercambian son en su mayoría cortas, el diálogo lleva el peso del texto y por una parte asienta la relación y por otra caracteriza a los personajes.
Con la transición «hace mucho calor/también me vas a echar la culpa de eso» queda zanjado el asunto anterior y pasamos al siguiente: el perro.
Los dos personajes siguen en su papel de avasallador y avasallada. Pero ahora Mesa permite que el casero suelte un discurso largo en vez de usar el estilo indirecto porque lo que importa es el perro y ese discurso habla de las bondades del perro y además sirve para amedrentar a Nat.
En esta segunda parte, lo que está contado es la firma del contrato, la manera de sellar un acuerdo que a ella no la hace muy feliz y que para él parece que se ha convertido en una molestia.
La emoción en el diálogo
La cuestión es, todo este fragmento es incómodo de leer, incluso un poco humillante. Y ambas emociones se desprenden de tres frases.
La primera frase es esta:
«Nat intuye que es un hombre iracundo y siente ahora deseos de recular».
Esta frase ya nos habla de violencia.
La segunda es esta:
«Nat no cree que sea una buena idea, pero no le discute. Asiente y se enjuga otra gota de sudor. »
Nat ya ha cedido todo su poder.
Una autora menos experimentada las habría colocado en acotaciones y las habría hecho demasiado evidentes. Sara Mesa, por el contrario, las esconde a plena vista.
Mira esto: —Y yo mismo me encargaré de todas las reparaciones necesarias. No se hable más.
Nat estuvo a punto de mostrar su desacuerdo, pero permaneció callada.
El problema de ese par de líneas es doble: primero, que la frase de él no pega con su actitud. De hecho, todo el diálogo que Mesa cuenta en estilo indirecto funciona porque así se ahorra tener que abusar de un lenguaje abusivo que, en cambio, sí usa en la segunda parte.
El segundo problema es que necesitamos una frase completa, que corta el ritmo, para decir que Nat no dice nada. En cambio, en la opción buena, la de la autora, esa falta de carácter queda estupendamente integrada.
La tercera es esta:
«No vuelve a mencionar el problema de la ventana ni del grifo del baño. Él tampoco. Le tiende la mano teatralmente, achica los ojos al mirarla.
– Mejor llevarse bien que mal –dice.»
Estamos ante un diálogo tremendamente violento, pero Mesa no utiliza los típicos gestos que otras autoras emplearían sin dudar.
No sé cuánto tarda en escribir ni cuánto piensa lo que escribe, pero este diálogo es estupendo, toda la escena me parece maravillosa y hace un ejercicio de lujo que combina mostrar con contar de tal manera que muestra contando.
Un puro lujo, la verdad.
Cómo no cagarla en un diálogo
Ahora espero que lo que decía al principio tenga un poco más de sentido:
Evita parlamentos extensos que no aporten; cada frase debe mover la historia o la relación entre personajes.
Ajusta la forma de hablar a la personalidad y motivaciones de cada personaje, sin perder la naturalidad.
Dosifica las acotaciones: si puedes evitarlas absolutamente, mejor. Aunque esto requiere de grandes dosis de manejo de la fluidez del texto.
Prueba el estilo indirecto cuando quieras resumir o “contar” algo sin repetir diálogos ni abusar de un tipo determinado de discurso.
Cuida el ritmo: intercala diálogos con breves pinceladas narrativas para que la lectura respire.
Cuidado:
Esta no es la única forma buena de escribir diálogos, pero es exquisita y muy minimalista. Yo creo que conviene probarla aunque solo sea una vez.
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